En busca del destino (Good will hunting)

Un joven de los barrios marginales de Boston, interpretado por Matt Damon. intenta ocultar su genialidad para las matemáticas viviendo la vida de buscaplietos callejero a la que está condicionado por su origen socioeconómico. Un terapeuta que atraviesa la cuerda floja de la viudez, interpretado por Robin Williams, intenta evadir esa inevitable tarea bebiendo alcohol y refugiándose en los libros.

Ambos personajes se cruzan en una historia llena de milagros donde van alternándose los roles de maestro y estudiante, las misiones de líder y seguidor y las tareas de enseñar y aprender en un círculo de perdón que les permite recordar que dar y recibir son lo mismo. ¡Magistral!

  • Director: Gus Van Sant
  • Año: 1997
  • Duración: 126 minutos

Comentario sobre la película, brindado con 💖 por Héctor Cañón <eligedenuevoucdm@gmail.com>
(Transcripción de una charla)

Familia de luz, les dejo el comentario sobre Good Will Hunting o En busca del destino. Lo primero que quería comentar es el juego de palabras que hay en el título cuando lo leemos en inglés: Good Will Hunting. El protagonista se llama Will Hunting, entonces podría ser una alusión a su nombre. También podría ser, “Good Will” , que es buena voluntad y “Hunting” que es cacería. Buena voluntad en la cacería, lo que para nosotros es la dosis de buena voluntad para el entrenamiento mental.

En la primera escena, él está resolviendo un problema matemático frente al espejo, es un símbolo de que hacer lo que amas es conocerte a ti mismo, es mirarte en el reflejo de la verdad. Él es un peleador callejero resentido. Eso nos pasa a todos cuando no damos nuestros dones, cuando no extendemos la pasión de la mente creativa, nos convertimos literalmente en peleadores callejeros resentidos.

Es interesante ver la vanidad del profesor Gerard Lambeau, ganador de la medalla de matemáticas. Siempre está pensando en premios, en resultados, en la imagen. La mente creativa goza con la creación en el acto mismo, no por el resultado, y ser creativo para los estudiantes de Un curso de milagros y los maestros de Dios no es inventar, no es la grandiosidad como la llama Jesús en el texto. Ser auténtico es ser tú mismo, tú misma, es ser co-creador y co-creadora con el universo.

Will Hunting trabaja en limpieza, esto es una hermosa metáfora. Como estudiantes de Un curso de milagros estamos limpiando lo que Jesús llama el residuo bendito de nuestras mentes, en cada imagen de un hermano, de una hermana, de una situación, de una circunstancia, de una idea que no está purificada, que no está vista desde la luz. Jesús la llama un residuo bendito, y podemos recordar acá que en todas las tradiciones orientales es muy importante la limpieza física como una invitación a la limpieza de la mente.

Carl Jung, una mente despierta, un gran estudioso, decía que estar adaptado a una sociedad profundamente enferma es un muy mal síntoma, no es literal, pero esa es la idea. Will es un antisocial, él está en contra de la sociedad porque sabe que es una sociedad profundamente enferma. Sin embargo, durante la película va viviendo su proceso de sanación para no generar dualidad contra esta sociedad y este mundo profundamente enfermo, que es un reflejo de la mente humana. La terapia que hacen Robin Williams y Matt Damon, los dos personajes que ellos representan, te lleva hasta un punto, pero de ahí en adelante solo la relación santa y la entrega al Espíritu Santo es lo que te libera y te lleva más allá, a Dios, que es la luz en la que veo.

Sean Maguire (Robin Williams) es un maestro de Dios, en su primera aparición en la película, de lo primero que habla es de la confianza. Si entras al manual para el maestro ese es el primer atributo y el fundamental que nos señala Jesús que debemos tener como comunicadores, como una extensión de esta maestría de la transformación de nuestras mentes.

Me toca mucho la escena cuando se encuentran en un bar el profesor Gerard Lambeau y el terapeuta. Allí, ellos hablan de la medalla y recuerdan que él no fue al entierro de Nancy, la mujer de Sean Maguire. Gerard Lambeau no fue al entierro, sino que mandó una tarjeta y Sean Maguire recibe con una sonrisa ese recuerdo, porque aquel que “perdió” lo que más amaba, simplemente perdió un cuerpo, una identidad y tiene la posibilidad de aprender que es imposible perder lo que ama, no hay forma de perder lo que amas. El amor es eterno, puede que se transforme para crecer, para ser visto de otra manera, pero nunca puede ser perdido.

Cuando Will ve la acuarela que pintó Sean tiene la visión de esa acuarela en la tormenta, puede ver desde qué lugar de la mente fue hecha, pero permite que sea el sistema de pensamiento del ego, basado en el ataque y la defensa, el que guíe su diálogo con Sean. Cuando empiezas este camino vas a empezar a ver situaciones que están detrás de las formas, el error de tu hermano, entonces en ese momento vas a ver la fragilidad de tu hermano, de tu hermana, puedes ver su confusión, pero te unes a él en la sanación, te unes en la verdad, le extiendes un camino de salida.

Me gusta mucho la escena en que Sean lleva a Will al lago después de que fue atacado por la acuarela y le demuestra, le enseña y se enseña así mismo que despertar y amar no son un concepto, sino una experiencia. Will tiene acumulados todos los conceptos porque es un gran lector, pero no los ha vivido como una experiencia y Sean es un maestro de Dios que ama y no ve sus intereses separados de los de sus hermanos y hermanas, esa escena es magistral. No conoces la vida ni al Curso de Milagros ni a tu hermano interpretando fragmentos separados, no los conoces leyendo, no lo conoces entendiendo, no lo conoces intelectualizado; conoces a tu hermano, conoces al Curso de Milagros, conoces a Jesús simplemente al conocerte a ti mismo, aceptándote, abriéndote, amando. Me gusta la sátira, el sarcasmo de Sean al llamar chief a Will, que significa jefe.

Alexander, otro de los profesores, sufre mucho cuando Will descifra un problema que ellos llevan trabajando durante décadas y no puede disfrutar que otra mente lo haya logrado porque vive en la separación, porque vive en el ego. Cuando tú amas sabes que la novena sinfonía de Beethoven, o El Quijote de La Mancha de Miguel de Cervantes, o Los Girasoles de Vincent Van Gogh son tuyos, te pertenecen, con ellos puedes navegar en tu mente, y no importa desde qué mente fueron materializados porque lo realmente importante fue el amor que los inspiró, al igual que sucede con los milagros. Jesús nos dice en los principios de los milagros que los milagros en sí no importan, lo realmente importante es el amor que los inspira.

Una relación santa es el camino a Dios para recordar el viaje sin distancia, para recordar que somos espíritu, que somos Dios, que somos eternidad. El recurso principal del que nos habla Jesús es la relación santa, y la relación santa es caminar juntos, es aceptar las aparentes formas y sus diferencias como una expresión del amor eterno. Perdonar, como nos dice Jesús al iniciar el capítulo 17: “es recordar únicamente los pensamientos amorosos que diste y los pensamientos amorosos que te dieron, todo lo demás debe olvidarse”. Ahí se refiere a que no vas a tener una carga emocional por tus memorias. Vas a ser libre, y vas a liberar a tus hermanos y a tus hermanas en cualquier circunstancia aparentemente adversa.

Me encanta cómo la película invierte la relación de maestro y alumno. Somos maestros de nuestros maestros y somos alumnos de nuestros alumnos. Ellos dos tienen esta relación de terapeuta y paciente, pero cada uno está sanando al otro y esa relación se invierte porque no hay jerarquías en el reino de Dios, porque no hay grados de dificultad en los milagros, porque el sistema de pensamiento que nos ofrece el entrenamiento mental de Un Curso de Milagros es inverso al sistema de pensamiento del ego y del mundo.

En algún momento Sean le dice a Will literalmente: “las dificultades harán despertar en ti cosas buenas que no veías”. Y de hecho las aparentes dificultades de este mundo; las tormentas, las tempestades, todo aquello que no es como nosotros creíamos que debe ser, abarquémoslas como milagros, son oportunidades que te da la vida, Dios la fuente creadora, la inteligencia universal y tu propia memoria para que despiertes y para que veas que lo único importante siempre es el amor.

El propósito de Will se descubre en la película, él es un genio. El propósito no es aportar al mundo, el propósito es sanar la mente individual para integrarla a la mente universal, siendo un co-creador con Dios, sí eso beneficia al mundo en las formas ¡maravilloso!, pero ese es un accesorio, no algo fundamental.

Cuando Will habla con su amada en la cafetería mientras ella está haciendo sus tareas de la universidad y él está invitándola a dejarlas para compartir con ella, hablan de su capacidad, de su inteligencia, de su genialidad. Will le dice: “simplemente lo hago, no puedo explicarlo”. Cada hijo, cada hija de Dios tiene una función especial nos dice Jesús en Un Curso de Milagros, tiene una forma particular de expresar lo eterno, lo inmutable, lo integro. Cada don es una acción inspirada que comunica la integridad del universo en medio de la aparente separación, cuando estás en Dios simplemente lo haces, no puedes ni quieres explicar como lo estás haciendo.

Particularmente me gusta mucho la matemática sagrada, encuentro en los números símbolos resplandecientes de la verdad. Cuando Will tiene la conversación con su amigo Chuckie Sullivan mientras toman una cerveza y fuman un cigarrillo después de las duras labores de obreros, Chuckie sabe que la sanación de su amigo es la sanación de todos y lo invita a irse y a asumir su destino, que es diferente al de él.

En ese momento Will lleva el número 7 en su suéter. El 7 es el número sagrado que une el 4 de los 4 elementos, de las 4 direcciones cardinales con el 3 divino de la Santísima Trinidad. La lección número 7 nos dice “sólo veo el pasado”. Cuando tienes miedo como Will a tu función especial, a eso que en el mundo llamamos destino, a lo que viniste a hacer acá, tienes más miedo a que funcione que a que no funcione, recuerda que Jesús te dice “tú tienes más miedo al amor que al odio”. Entonces en la película se ve así, y es muy llamativo, en una de las varias discusiones que tienen Gerard y Sean, Sean dice “mi éxito es saber quién soy”. Tu éxito es recordarte a ti mismo como el Santo Hijo, la Santa Hija de Dios, no es una medalla que te da el mundo, no es una credencial, todo lo que no es eterno no es real.

En la penúltima cita que tienen Will y Sean, Sean le repite: “no es tu culpa, no es tu culpa, no es tu culpa” porque sabe que el joven se siente culpable por esa infancia en la que fue abusado y proyecta ese odio sobre los demás. Recuerda que te sientes pecador por la separación, enseguida te sientes culpable, luego por la culpa tienes miedo y como tienes miedo vives en el sistema de ataque y defensa o en el sistema el dolor emocional y físico. Siempre que atacas es porque tú te sientes culpable, siempre que acusas a otro de aquello que lo acusas es algo que crees que está en ti, y al atacar crees que puedes poner tu culpa en el otro, pero lo que en realidad estás buscando es guardarla en el fondo de tu mente. Eso a lo que Jesús llama las bóvedas, las tinieblas, la oscuridad. Libera a tu hermano de la culpa porque al liberarlo te estás liberando a ti mismo. Al final de esa escena, Will grita la palabra Dios, Dios es tu liberación de la culpa.

Vamos a la última escena donde se encuentran Will y Sean, maestro y alumno con los roles invertidos. Sean le dice, “obedece a tu corazón y todo estará bien”. Eso es lo que practicamos los estudiantes felices de Un Curso de Milagros y los maestros y las maestras de Dios. En el apartamento de Sean, cuando se ven, cuando él va a dejarle la carta, es el apartamiento 259, y la elección 259 de Un Curso de Milagros nos dicen “que recuerde que el pecado no existe”. Así que hermanos y hermanas a ser libres, a trascender el error, a entregárselo al Espíritu Santo y a disfrutar nuestra inocencia. ¡Gracias!

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