Madre Dios

Tan verdaderamente como Dios es nuestro Padre,
así verdaderamente es Dios nuestra Madre.
Mística y presentadora inglesa, Juliana de Norwich (1343-1416)

Madre es el nombre de Dios en los labios
y en el corazón de los niños pequeños.
Autor británico, William Makepeace Thackeray
(1811-1863), autor de Vanity Fair

Nuestra hija, Sarah, nos ha dado tres hermosos nietos, Garrett — de tres años, Avery — de
cinco, y Bryson—de siete. Siguiendo el ejemplo de su madre Dolores, Sarah es una madre
especialmente buena, notablemente paciente y tolerante, y los niños la quieren mucho.
Dolores y yo estamos a cargo de los niños de 3:30 a 9:30 p.m., todos los Viernes y Sábados.
Bryson, el mayor, y yo generalmente comenzamos nuestro tiempo dando un paseo y
charlando juntos. Tiene ideas interesantes para un niño de siete años y creo que algún día, si
quiere, puede convertirse en un buen psicólogo.
Aunque se ha vuelto más fácil para los niños dejar ir a mamá cuando los deja con nosotros,
decir adiós todavía toma un poco de tiempo cada vez e insisten en pararse y mirar por la
ventana de la sala y decir adiós, mientras ella sale del parqueadero y se dirige hacia la calle.
Es claro de que la aman profundamente.
Los milagros ocurren naturalmente como expresiones de amor. El verdadero milagro es el
amor que los inspira. En este sentido todo lo que procede del amor es un milagro.
(UCDM, T-1.I.3:1-3) Principio No. 3 de los 50 Principios de los Milagros.

Lo único de valor real en este mundo, lo único que perdura, lo único que importa, y lo único
que es eterno, es el amor. El Curso también dice que Dios es vida, así que la vida es amor y
el amor es vida. Es algo magnífico simplemente ser el amor que somos. Sólo los egos buscan

las diferencias y así llenan el mundo de juicios, críticas y ataques. Como hijos de Dios, nos
corresponde amarnos unos a otros, como Dios nos ama. Sólo así podremos conocernos
verdaderamente a nosotros mismos.

Piensa en el amor que los animales sienten por sus crías
y en la necesidad que sienten de protegerlas.
Eso se debe a que las consideran parte de sí mismos.
Nadie repudia lo que considera parte de sí mismo.

T-4.II.4:1-3

No es que Dios sea parte de nosotros — nosotros somos parte de Dios; y así como Dios es
amor, el amor de Dios debe ser lo que somos. Así como una madre ama a un hijo
incondicionalmente, el amor de Dios está siempre disponible para todos y para siempre.
Como el hijo pródigo, somos nosotros los que hemos ido de paseo. Somos nosotros los que
nos hemos separado de Dios. Como tal, somos nosotros los que debemos volver a Dios;
porque Dios nunca nos ha dejado y nunca podrá dejarnos.

Dios, que abarca todo lo que existe,
creó seres que lo tienen todo individualmente,
pero que quieren compartirlo para así incrementar su dicha.
Nada real puede incrementarse excepto compartiéndolo.

Por eso es por lo que Dios te creó.

T-4.VII.5:1-3

Cada uno de nosotros somos para siempre parte de Dios y, por lo tanto, eternos para todos
los hermanos y todas las hermanas. En nuestras relaciones amorosas, encontramos nuestro
camino de regreso a Dios. Esto incluye todas las relaciones con toda la vida — nuestras
mascotas, la naturaleza, la música, el deporte, el arte y todo lo que hace que la vida sea
plena, santa y valiosa.

El perder una madre siempre es difícil, ya que no hay nadie que nos conozca más ni nos
quiera más. Gracias a Dios venimos al mundo experimentando la crianza continua que solo
un padre o madre puede dar. Dolores cuenta la historia de cómo cuando Sarah fue puesta
en sus brazos por primera vez, se enamoró instantáneamente. Esa es también más o menos
la misma experiencia que tuve cuando conocí a Dolores. El amor, a primera vista, es algo
maravilloso — ¿por qué no? Y, ¿por qué no con todas las cosas?

Ve todos los regalos que tu hermano te hace
a la luz de la caridad y bondad que se te ofrece.
Y no dejes que ningún dolor perturbe tu sueño
de profunda gratitud por los regalos que te hace.

T-27.VII.16:3-4

El propósito del Curso expresado en el párrafo introductorio es ayudarnos a eliminar los
bloqueos a la conciencia de la presencia del amor, que es nuestra herencia natural. La
presencia del amor se erige como prueba positiva de que hay un Dios y lo mejor que
podemos hacer es tomar ese amor y amplificarlo en cada relación.

Llámame Dios Padre, llámame Dios Madre,
llámame Creador, o Gran Espíritu, Yahvé, o Alá,

pero llámame tuyo.
Porque esto es lo que Soy.
Un Curso de Amor, Día 38.5

Amorosamente, Jon

Traducido por: Veronica Mejia Barney

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