Película de la semana

Con poesía de Rumi, música de Armand Amar y las interminables dunas del desierto como telón de fondo, el director de cine tunecino Nacer Khemir nos adentra en la maestría sufí del despertar de la conciencia. Babaziz, un sabio anciano, e Ishtar, su vivaz nieta, cruzan el desierto en busca de una fiesta de derviches que se celebra cada treinta años sin que los asistentes sepan el lugar exacto en el que se fundirán con Dios por medio de la danza y de la música.

Agujeros de gusano sembrados en el sistema solar por conciencias evolucionadas que quieren ayudarle al ser humano a salvarse, diálogos imposibles entre dimensiones, naves que se deshacen en la luz de un evento horizonte, entre otros fenómenos interestelares, forman parte de la trama de esta película que usa la ciencia ficción para sumarse a la verdad ancestral y eterna de que Todo es Uno para Siempre.

Robert Palmer, un hombre de mediana edad que pierde trágicamente a su familia, y Prot, un seductor extraño que asegura venir del lejano planeta K-Pax, son los coprotagonistas de este film que mezcla ciencia ficción, drama y aventuras. Realmente, ambos personajes, interpretados magistralmente por Kevin Spacey, no son iguales ni diferentes, sino que son uno solo.

El budismo Zen y Un curso de milagros tienen el mismo objetivo y algunas similitudes en el el método. Mientras Jesús recurre a la paradoja para derribar los obstáculos conceptuales del sistema de pensamiento del ego, Dogen usa el koan, una pregunta sin respuesta lógica cuya verdadera misión es deslocalizar la percepción para ponerla en contacto con su naturaleza divina. Hilos que conectan de manera sutil e invisible la Verdad nueva y antigua de la que nos habla el Maestro en los evangelios.