1.He aquí el único “sacrificio” que le pides a Tu Hijo bienamado: que abandone todo sufrimiento, toda sensación de pérdida y de tristeza, toda ansiedad y toda duda, y que deje que Tu Amor entre a raudales a su conciencia, sanándolo del dolor y otorgándole Tu Propia dicha eterna. 2Tal es el “sacrificio” que me pides y que yo gustosamente me impongo; el único “costo” que supone reinstaurar en mí Tu recuerdo para la salvación del mundo.
2. Y al saldar la deuda que tenemos con la verdad—una deuda que consiste sencillamente en abandonar los autoengaños y las imágenes que venerábamos falsamente—la verdad regresa íntegra y llena de júbilo a nosotros. 2Ya no nos engañamos. 3El amor ha regresado a nuestra conciencia. 4Y ahora estamos en paz otra vez, pues el miedo ha desaparecido y lo único que queda es amor.